Yo tenía una abuela de tres siglos que siempre estaba dispuesta a contarnos los acontecimientos más sorprendentes de la vida.
Ella nació en el siglo diecinueve, vivió completito el siglo veinte y se nos acaba de ir en este siglo veintiuno, pa’llá donde no todos podemos llegar cuando morimos.
Tabuela, como cariñosamente la llamaba todo el barrio del Empedrao, conocía la historia de cada calle de la parroquia, sabía exactamente la vida de sus pobladores, se esmeraba en contarnos el origen de cada flor, de cada pájaro, de dónde, cómo y porqué de lo que se nos ocurriera preguntar… ¡con razón tenía tantas arrugas!
El día que se enteró que yo estudiaba en el Colegio Pichincha, me tomó de la mano y me llevó debajo de un cují que asomaba sus ramas por el bahareque del vecino. Nos sentamos en taburetes envejecidos recostados a la cerca. Bebíamos jugo de guanábana cuando preguntó sonriendo: ¿Aún está de pié el Cují que sembramos en la Lugarda? ¡Que bien! debe tener tantas arrugas como yo –hablaba suavemente mirando al cielo- ¿Cuántas historias habrá contado entre los silbidos de sus ramas. Cuántas tortolitas habrá aconsejado entre sus sombras?
Al principio- decía mirando fijo mis ojos- nos reuníamos en su entorno regando con amor sus raíces. Debíamos mirar hacia abajo para no pisarlo. Con el tiempo, su juventud se codeaba con los más ilustres personajes de la época –cerraba los ojos mirando al cielo- y en silencio cobijaba las ideas y esperanzas de muchos parroquianos que se acercaban en busca de sabiduría. Debajo del Cují de Pichincha aprendieron las primeras letras los vecinos del sector.
Tabuela –pregunté entusiasmado- ¿Por qué se llama Pichincha?
¡Pichincha! -Contestó inspirada- nombre glorioso de nuestro grupo escolar. Rondaban los años treinta cuando en La Lugarda sembramos este Cují que sirvió de cobijo como escuelita, añeja costumbre de entonces. Y no fue hasta los años cincuenta que las escuelas existentes Dr. Jesús María Portillo, Dr. Francisco Ochoa y Maracaibo se fusionaron. Las diferentes esferas sociales de la comunidad de Santa Lucía lo empezaron a llamar Grupo Periférico Pichincha cuando comenzó la construcción del edificio en la avenida con el mismo nombre que daba reconocimiento a la célebre Batalla donde el General Antonio José de Sucre se cubrió de gloria dejando libre, independiente y soberano al pueblo del Ecuador. Hasta se construyó en la entrada un arco en su memoria.
Tabuela- Indagué sorprendido- entonces, usted fundó la escuela, verdad?.
¡Ja,ja,ja!, -La risa retumbó el tejado de la casa de barro- No mijo. Nosotros lo que hicimos fue sembrar la semilla en una época maravillosa de nuestra vida, el resto lo hizo la sabiduría que proviene de Dios y con el tiempo esta planta nos entregó los frutos adecuados.
Ja,ja,ja –repetía alegremente- Lo que si te puedo aseverar hijo, es que hubo personas como Quintín Flores. Virginia Franco. Victoria Peña y grandes maestros abnegados de gran sensibilidad y carisma, que lograron iniciar oficialmente la Escuela Básica Nacional Pichincha en el mes de Junio del año 1955, con la unión de las otras escuelas y la fortaleza de las Placerielles que educaban a otros niños.
Y qué me sabe decir del Himno – aproveché para investigar.-
Este frondoso Cují –aseveró con ternura- ha sido testigo de la presencia de un ICARO en el cielo, del cometa Halle surcando el cielo y del famoso Halley rayando el infinito. Sus hojas nos cuentan como los animales se confundían un día que el sol se oscureció al mediodía y a los pocos minutos se volvió a encender despertándolos cuando aún no se habían dormido, era la noche mas corta que habían tenido en toda su vida pero un espectáculo maravilloso a los ojos de los humanos.
Así como estos fenómenos naturales, el Cují también presenció la sensibilidad del profesor Pedro Morán cuando compuso el hermoso poema épico y el profesor José Cabrita lo adornó con la música.
Tabuela –indiqué tímidamente- quiere decir que entonces la Escuela Pichincha ha estado desde su origen muy ligada al Cují y a la comunidad, verdad?
Claro, hijo.- Afirmó- Para quienes han laborado en Pichincha ha sido principio fundamental desde el momento de su creación el de tener una honda y estrecha vinculación con la comunidad y diferentes instituciones sociales y culturales de la ciudad. La escuela de hoy, totalmente transformada y diferente que sirvió de cuna a las nuevas generaciones de maestros se mantiene alimentado por estas mismas razones y principios y, como el Cují ha de mantenerse en el tiempo, su gente y sus acciones vivirán siempre en nuestros corazones.
Ella nació en el siglo diecinueve, vivió completito el siglo veinte y se nos acaba de ir en este siglo veintiuno, pa’llá donde no todos podemos llegar cuando morimos.
Tabuela, como cariñosamente la llamaba todo el barrio del Empedrao, conocía la historia de cada calle de la parroquia, sabía exactamente la vida de sus pobladores, se esmeraba en contarnos el origen de cada flor, de cada pájaro, de dónde, cómo y porqué de lo que se nos ocurriera preguntar… ¡con razón tenía tantas arrugas!
El día que se enteró que yo estudiaba en el Colegio Pichincha, me tomó de la mano y me llevó debajo de un cují que asomaba sus ramas por el bahareque del vecino. Nos sentamos en taburetes envejecidos recostados a la cerca. Bebíamos jugo de guanábana cuando preguntó sonriendo: ¿Aún está de pié el Cují que sembramos en la Lugarda? ¡Que bien! debe tener tantas arrugas como yo –hablaba suavemente mirando al cielo- ¿Cuántas historias habrá contado entre los silbidos de sus ramas. Cuántas tortolitas habrá aconsejado entre sus sombras?
Al principio- decía mirando fijo mis ojos- nos reuníamos en su entorno regando con amor sus raíces. Debíamos mirar hacia abajo para no pisarlo. Con el tiempo, su juventud se codeaba con los más ilustres personajes de la época –cerraba los ojos mirando al cielo- y en silencio cobijaba las ideas y esperanzas de muchos parroquianos que se acercaban en busca de sabiduría. Debajo del Cují de Pichincha aprendieron las primeras letras los vecinos del sector.
Tabuela –pregunté entusiasmado- ¿Por qué se llama Pichincha?
¡Pichincha! -Contestó inspirada- nombre glorioso de nuestro grupo escolar. Rondaban los años treinta cuando en La Lugarda sembramos este Cují que sirvió de cobijo como escuelita, añeja costumbre de entonces. Y no fue hasta los años cincuenta que las escuelas existentes Dr. Jesús María Portillo, Dr. Francisco Ochoa y Maracaibo se fusionaron. Las diferentes esferas sociales de la comunidad de Santa Lucía lo empezaron a llamar Grupo Periférico Pichincha cuando comenzó la construcción del edificio en la avenida con el mismo nombre que daba reconocimiento a la célebre Batalla donde el General Antonio José de Sucre se cubrió de gloria dejando libre, independiente y soberano al pueblo del Ecuador. Hasta se construyó en la entrada un arco en su memoria.
Tabuela- Indagué sorprendido- entonces, usted fundó la escuela, verdad?.
¡Ja,ja,ja!, -La risa retumbó el tejado de la casa de barro- No mijo. Nosotros lo que hicimos fue sembrar la semilla en una época maravillosa de nuestra vida, el resto lo hizo la sabiduría que proviene de Dios y con el tiempo esta planta nos entregó los frutos adecuados.
Ja,ja,ja –repetía alegremente- Lo que si te puedo aseverar hijo, es que hubo personas como Quintín Flores. Virginia Franco. Victoria Peña y grandes maestros abnegados de gran sensibilidad y carisma, que lograron iniciar oficialmente la Escuela Básica Nacional Pichincha en el mes de Junio del año 1955, con la unión de las otras escuelas y la fortaleza de las Placerielles que educaban a otros niños.
Y qué me sabe decir del Himno – aproveché para investigar.-
Este frondoso Cují –aseveró con ternura- ha sido testigo de la presencia de un ICARO en el cielo, del cometa Halle surcando el cielo y del famoso Halley rayando el infinito. Sus hojas nos cuentan como los animales se confundían un día que el sol se oscureció al mediodía y a los pocos minutos se volvió a encender despertándolos cuando aún no se habían dormido, era la noche mas corta que habían tenido en toda su vida pero un espectáculo maravilloso a los ojos de los humanos.
Así como estos fenómenos naturales, el Cují también presenció la sensibilidad del profesor Pedro Morán cuando compuso el hermoso poema épico y el profesor José Cabrita lo adornó con la música.
Tabuela –indiqué tímidamente- quiere decir que entonces la Escuela Pichincha ha estado desde su origen muy ligada al Cují y a la comunidad, verdad?
Claro, hijo.- Afirmó- Para quienes han laborado en Pichincha ha sido principio fundamental desde el momento de su creación el de tener una honda y estrecha vinculación con la comunidad y diferentes instituciones sociales y culturales de la ciudad. La escuela de hoy, totalmente transformada y diferente que sirvió de cuna a las nuevas generaciones de maestros se mantiene alimentado por estas mismas razones y principios y, como el Cují ha de mantenerse en el tiempo, su gente y sus acciones vivirán siempre en nuestros corazones.
Jorge Jimenez.
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