domingo, 1 de febrero de 2009

EL CAUJARO DE LAS TRES VENTANAS

En los tiempos de la colonia, cuando nuestros pobladores vivían de la pesca a orillas del Lago y del cultivo de las tierras; un enorme Caujaro se erguía majestuoso al fondo del caney donde se arrebujaban los sembradores de tabaco para protegerse de la inclemencia del sol y beber un poco de agua de las tinajas.

Cuentan que a la sombra de este árbol se criaron un niño blanco, hijo del amo de la granja y, una niña negra, hija de esclavos.

El niño blanco jugaba con bolitas de barro que él mismo preparaba o atrapaba taritas que luego iban a parar a una rama de naranjo.

La niña por su parte, rastrillaba el patio, quitaba con un gancho las hojas que caían dentro del aljibe.

El, soñaba con ser un gran guerrero. Ella, con ser libre como las mariposas que revoloteaban alrededor.

Cuentan que el niño tenía una colección de taritas, una gran variedad de colores y tamaños: Emperatriz del Paraíso, Gran Pavón, Monarca Azul, Rey Mamey, Tricolor... y, la niña negra, cada vez que tenía la oportunidad, a escondidas, las quitaba de las espinas del naranjo, las curaba y las dejaba en libertad.

Y un día, el Coquibacoa se tiñó de rojo, las palomas se cruzaban confundidas en el cielo, el estruendo de los cañones era atemorizante, las balas caían sobre el Tabacal destruyendo las siembras.

El niño tomó la mochila llena de bolitas de barro, se puso un sombrero de paja y armado con su soplador y una honda, salió al patio dispuesto a luchar.

Mayor fue su sorpresa, cuando vio el cuerpo herido de la muchacha debajo de la planta del Caujaro.

Cuando la pequeña abrió los ojos, pudo ver el tejado armado de caña y barro de la casona de tres ventanas, y en un taburete, al lado de la hamaca estaba el joven, quien para reanimarla le refirió.
- ¡La libertad! Llegó la libertad. El pueblo ha roto las cadenas españolas, sanarás y serás libre.

- En medio de su dolor, ella le contestó:
No mi niño, e’ta negra no pué sé libre, e’ta negra va a morí y su alma solo se sentirá libre, si pudiera liberá muchas mariposas.

Se tomó una pócima que le preparó el curandero y se durmió.

Estaba prendida en fiebre. Cuando abrió de nuevo los ojos, vio a su alrededor todas las ramas con las taritas hasta ese momento coleccionadas; sonriendo le dijo:
- ¡Ahora puedes ser libre, como las mariposas!

Fue liberando una a una. Contenta, veía miles de mariposas de diferentes tamaños y colores revolotear por toda la casa, regalándole en su último aliento el sueño de libertad.

La enterraron justo debajo de la mata de Caujaro. Y desde ese día, miles de mariposas dan colorido y belleza al frondoso árbol.

Jorge Jiménez

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