viernes, 17 de abril de 2009

Serenata de Colores

Caía la tarde sobre Villa Graciela, en el sector de El Mosquito, la jornada había concluido, quienes no se retiraban a su hogar estarían refrescándose en “La Siempre Viva” o quizás en “La Sin Rival” costumbre añeja de los pobladores del sector. Desde el interior se escuchaban notas discordantes “De colores, de colores se visten los campos en la primavera…” –cantaba Manolo tratando de afinar las cuerdas del cuatro – “de colores, de colores son los pajarillos que vienen de afuera…” -se esmeraba sin lograr el objetivo.- No es posible. Este es el instrumento al cual le dediqué mayor atención –se decía a sí mismo- dónde estará la falla.
Lo giraba, medía y remedía cada traste, con ojo de águila observaba las líneas del diapasón, las curvas eran perfectas, liviano, acabado perfecto –Dónde estará la falla – repetía angustiado. Sólo faltaban dos días para el cumpleaños y no podía fallarle con el regalo.

- Señor Rodrigo, ¿Por qué será que el cuatro no agarra afinación?, las cuerdas son de primera, las adquirí en la tienda que compra Don Armando Molero y, ya las templé y destemplé lo suficiente. Pero el cuatro no quiere afinar.

- Caramba hijo, ciertamente se ve que ha sido metódico con este instrumento, uh hu. A juzgar por la apariencia se nota de muy buena calidad – golpeaba la madera-. Sinceramente yo creo que ha tenido mala suerte, hijo, parece que la rola de Ceiba elegida no está lo suficientemente madurada, vuélvalo a lijar, desármelo y déjelo estirado en baño para que no pierda sus propiedades, luego lo seca al natural, e intente de nuevo dentro de treinta días.

-¿Treinta días?- exclama alarmado- y por casualidad, usted que conoce tanto, ¿no sabrá de algún modo más rápido? Treinta días son muchos, si en dos días no lo termino la pierdo a ella y entonces ya pa’qué quiero el cuatro –apuntaba afligido.

- Caramba, ahora voy entendiendo. Me imagino que tampoco le sirve ninguno de los que tenemos en la tienda… ¡debe ser alguien muy especial! A ver, solo queda correr el riesgo de acrisolarlo. Vaya enseguida al rancho vecino de la Lugarda, y dígale a Tabuela que le facilite el fogón de termitas, ella sabrá que hacer. Eso sí, estos menesteres los debe vigilar usted mismo, cada cinco horas exactamente lo aprovisiona según las indicaciones que Tabuela le dará. Si comienza ahora mismo, en vez de treinta días serán tan sólo treinta horas.

-¡Tabuela, Tabuela!, el señor Rodrigo le encomienda que por favor me facilite el fogón de termitas para solucionar una emergencia que se ha presentado en el taller, que usted me indique lo necesario.-expresaba urgido.

- El fogón de termitas para solucionar una emergencia ¡Debe ser alguien muy especial! Por una de esas casualidades, ¿será el cuatro que trae en mano el que vamos a acrisolar?

- Perdone usted tabuela, el cuatro que voy a acrisolar según sus indicaciones, es que el señor Rodrigo quiere que yo aprenda bien el oficio y me ha encargado que sea yo personalmente quien lo vigile.- insistía apresurado.
¡Si que es alguien especial!-susurró- No se preocupe joven, yo sabré que hacer.

Se acercaron a un enorme nicho que otrora dejara el comegén en el traspatio, había sido complementado con una fosa de barro interna que permitía controlar la temperatura y la manipulación de lo que se pretendiera hornear. Le indicó la forma, cantidad y tipo de leña que debería abastecer. Regresaron al rancho a tomar chocolate y de un desusado baúl tomó una reliquia de cuatro, se lo mostró explicándole: sólo cuando torne este color, la madera estará madurada, se debe estar muy atento para sacarlo al tiempo preciso, de hacerlo antes nunca tendrá buena afinación, y al demorarse unos segundos sólo servirá para estufa. ¡Y esa doncella se merece el mejor de los regalos!-le sonrió tabuela- Ande muchacho, ya cae el crepúsculo, mire los gallos como se recogen, pronto será noche, aprovisione dos pacas esparcidas y vuelva en el alba, mañana ya sabrá que hacer.

Chachita -exclamaba Maritza a su hermana-.Voy a llevar estas empanadas a las Placerielles y me paso a Villa Graciela a ver que hay de nuevo.
Y de paso me saludáis a Manolo- contestaba chachita entre bromas-.

¡Buenos Días Señor Rodrigo!, hoy traigo buenas empanadas calientitas, hay quesito y picante…- pronunciaba extrañada de ver el banco vacío-

¡Buenos Días Señorita!, déjeme lo acostumbrado sobre el comedor… y no se preocupe, el jovencito está realizando una tarea muy importante en el rancho de Tabuela.-

¡Qué lástima que se las pierda!- hablaba como si no le importara- hoy si es verdad que quedaron de rechupete.

A ver mijita, dame cinco a mí antes que salgáis disparada pa’que Manolo –se interpuso Rubito- y dejale tres a Vitico que yo las pago.

Si son fiadas me dais tres con caraota –intervino Lucio- y un pedazo de queso.

Ah no, si queréis te doy de carne – decidía Maritza- porque las que me quedan de caraota son de Manolo.

¡Que lástima que se las pierda! – bromearon todos en una sola voz.

¡Buenos días Tabuela!, aquí le envía mi mamá para que se desayune. Mire, por casualidad de las casualidades- hablaba como distraída- ¿no ha visto pasar por estos lares al muchacho este de Villa Graciela que le ayuda al señor Rodrigo?

¡Buenos días mi niña!- contestó Tabuela- casualmente el joven Manolo está en el patio realizando un trabajo muy delicado, algo especial. Deje la encomienda al lado del fogón y espere en el taburete que allá lo veo venir. Cuando regrese a su casa me le da las gracias a Carmencita, ¡Que Dios se lo pague!

Era un rancho acogedor el de tabuela, sencillo, pulcro, fresco. No era tan grande como Hato Belén, ni tan surtido como Hato El Mosquito, pero allí no faltaba nada. En el patio se podía apreciar un aljibe, tres barbacoas, dos enramadas, un maizal, yuca sembrada, un Pavo Real, siete patos y muchas, pero muchas gallinas y gallos. ¡Que barbaridad!- pensaba- debe tener una gallina por cada año. Y ¿Cuántos años tendrá tabuela?- se preguntaba en silencio- Si algún día Dios me diera una casa como esta, yo sería feliz con Manolo -soñaba-. Él, fabricando instrumentos y yo cuidando los muchachos…

Tantas palabras por decir, tanta palabra pensada, tanta pasión por expresar y… ahora que está a mi lado, no se como hacerlo –se miraban- si tan solo pudiera descifrar lo que siento –recapacitaba- . Un mismo sentimiento, el mismo amor… el mismo silencio.

Tabuela –logró decir- ¿Usted cree que yo pueda dar una vuelta por los lares?, no me tardo, solo acompaño a Maritza a repartir las empanadas y regreso.

Vaya hijo, vaya –respondió tabuela- el recado aún está crudo, puede disponer toda la mañana, pero no falte en la tarde, mire que el tiempo es inefable y yo al atardecer suelo ir al templo. No espere que lo sorprenda el pito de la Zulia, esté alerta.

Me parece gracioso –bromeaba Maritza-, vos sois mi sapito encantado, mi hado madrino, mi príncipe de sangre tricolor y, si el pito de la Zulia suena y no te me habéis declarado, pasaré toda mi vida con tu cotiza guajira buscando novio de rancho en rancho, besando cuánto machorro encuentre en el camino hasta que te encuentre escondido en uno de ellos, como los cuentos de amor que suele contarnos Tabuela. –Disfrutaba Maritza agarrando la mano de un ruborizado y silencioso enamorado-.

¡Dios Santo! Ese es el pito de la Zulia, Santísima Virgen María apiadate de mí y hacé que llegue a tiempo. San Benito Bendito que te bailo los chimbangüeles en tu fiesta si me ayudáis con esta. Santa Lucía poné tus ojos en el fogón que te ofrezco un amanecer gaitero pa’ vos solita, San Martín de loba… -rezaba apresurado camino a la Lugarda-
El mundo se le vino encima parado frente al crisol. Solo brezo de carbón había.
¿Y ahora que me hago –desesperaba- …y ahora que le doy? –Exasperado- la voy a perder.

¡Buenos días Señor Rodrigo!, hoy traigo buenas empanadas calientitas, las de cazón son muy sabrosas, hay quesito y picante…- Se le notaba la alegría, el glamour primaveral, sus ojos brillaban como nunca antes. Toda ella resplandecía. Su piel canela contrastaba ejemplarmente con su vestido blanco adornado de flores multicolor en los ruedos y las mangas, las zapatillas hacían juego con el decoroso cintillo que denotaba ese toque tropical que caracteriza a las Santaluteñas.

¡Buenos días señorita! que Dios la bendiga en sus catorce primaveras.-la felicitaba recibiendo las empanadas-

Gracias señor Rodrigo. Que Dios oiga sus bendiciones.- reía ella observando la pancarta que sus amigos apuntalaron entre los horcones: “Felicitaciones a la cumpleañera más hermosa de toda Santa Lucía y bienvenidas las mejores empanadas del Mundo”

¡Que hermosa está hoy! –Musitaba nervioso- y yo no tengo nada que regalarle –pensaba mientras se acercaba al mostrador-. Todo el mundo tiene algo que regalar, menos yo. Hasta el sol le regala su luz a la tierra –se regañaba a sí mismo- la tierra su sostén a las plantas, las plantas sus semillas a la humanidad, para que se alimente, para que crezca, le da vida, color para que sueñen, para que vuelen, para… ¡Dios mío, gracias!- se detuvo repentinamente- cambió el semblante turbio a risueño, aceleró el paso, la tomó de la mano y dirigiéndose a su patrón le dijo:
Jefe, necesito que me de el medio día –hablaba ansioso- le aseguro que será solo la mañana.

¡Claro hijo mío!, pero vaya con calma que el mundo no se acaba hoy. –Todos rieron-

Adónde me lleváis tan aprisa, mirá que el polvo me ensucia el vestido nuevo- se quejaba ella en la carrera-

No te preocupéis por eso y apurate que está por sonar el pito de la Zulia, ya casi es la hora de entrada – ella no entendía nada, pero no importaba… Cuántas veces no le pidió a Dios que manolo la llevara de la mano durante toda su vida, ¡no se podía quejar! Lo que nunca se imaginó es que fuera tan atropellado.

Aquí es. – afirmó contento. Ella seguía sin entender parada frente al rancho de Tabuela. Él, solo esperaba un no se qué-

¡Dios mío! –Se atrevió a pensar ella con asombro- ya me regalaste a Manolo, no me asustéis con la casa de tabuela, mirá que eso fue un sueño…

¡Tabuela, Tabuela!- llamaba Manolo apresurado- permítanos pasar hasta la enramada.

¡Claro hijo!, pasen, pasen… apresúrense ya casi es la hora. Que Dios te bendiga hija y felicidades en tus primaveras.

-¡Gracias Tabuela, gracias- contestó desconcertada.

¡PFIUUUUUUU!!!!!...- sonó El Pito de la Cervecería Zulia indicando a los trabajadores que era la hora de entrada.- De inmediato salió de entre los árboles una gama de colores que cubrió todo el cielo visto desde la enramada. Parecía fiesta de fin de siglo. Centenares de gallinas, gallos y guacamayos surcaron como petacas en el aire. Alborotados los turpiales, pitirrines, gonzalitos, chupaflor, pericos y cuanta avecilla se acostumbró a pernoctar en el mágico entorno del rancho de Tabuela. Sus cantos se confundían en armónica sinfonía, para regalarle a Maritza el más hermoso e inolvidable regalo de cumpleaños. De primavera como ella.

Tabuela traía en sus manos, un genuino y añejo cuatro cuando le escucho decir emocionado: ¡Este es mi regalo. Una serenata de colores… y ¡ pa’vos solita.!

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