viernes, 17 de abril de 2009

EL NIÑO QUE NUNCA DEJO DE SOÑAR

Al principio, todo era incertidumbre, los elementos jugaban en su entorno precipitándose sobre la aguda imaginación de niño.
En el pecho, su corazón, lo empujaba con pasión hacia la vida. Su voluntad avasallaba voluptuosa para mostrar el huracán incontenible. Solo un sueño lo aliviaba y, con él se entendía; edificando con sacrificios su modo de vida, modelándola como el barro que viste el Valle del Tocuyo.
Este sueño se convirtió en su mejor amigo, su gran aliado; creció junto con su soledad, del mismo color e igual tamaño. Un pacto de amistad eterna selló el juramento:
- Yo, - escuchó – exploraré tu interior, lo alimentaré, lo protegeré.
- Y Yo, - dijo el niño - ¡Nunca dejaré de soñar!

Un día. ¡Bendito día!, el señor destino, distraído como siempre, tropieza con un Hada Madrina que caminaba urgida con una maleta repleta de responsabilidades. ¡Cataplum!, todas las obligaciones quedaron al descubierto repartidas por doquier. La Alegría rebotó contra el sisal. Enredada entre eneas quedó la Sabiduría, la Honestidad teñida de suero bailó con la Imaginación al ritmo del Tamunangue, la Sensibilidad parecía un Diablo Suelto. Con suma delicadeza el hada recogía sus virtudes regadas.
- ¿Y el Amor?, ¿Dónde está el amor?, ¡Dios mío, se me ha extraviado el amor!, ¡Ay, gracias Virgencita!, ¡gracias Divina Pastora! Aquí está, atorado en el fondo de la maleta.

El señor destino, ante tan noble evidencia pensó: ¡Ah mundo, esta es la mía! Y formando una algarabía reclamó indemnización. Caminaba de un lado a otro dramatizando estar adolorido, se quejaba, levantaba los brazos simulando una plegaria. Exigía entre zaragozas remuneración por los daños. El Hada Madrina, inmutable le concedió tres deseos.

- Deseo desprenderme de un Güaro que lo único que saber hacer es soñar. También me gustaría que se expresara con fluidez y por último, que de algún modo se le pudiera cumplir su sueño. .. ’na guará.
- Tus deseos serán cumplidos – dijo Encantada, el Hada -.

Levantó su Caña de Azúcar cual vara mágica. Al instante, desde las Lomas de Cubiro bajó un manto de luces posándose sobre el pequeño Marco Antonio para cambiarle el destino. Luego, extendió su brazo hacia el río Cabudare pronunciando las palabras mágicas: “Car’ota, ñema y tajá”, brotó entonces de su interior el preciado tesoro escondido, la Bandola tomó vida y lo coronaron Rey. Giró hacia la abarrotada maleta, sacó su pócima mágica predilecta, unas gotitas de amor con las que arrulló sus sueños.

Desde ese día, su melodía, dulce como el papelón, vuela cual Cardenal bañado por el Crepúsculo inspirador de historias, cuentos y leyendas.
Los niños de mi tierra cubiertos por ese manto nunca dejarán de soñar.

Jorge Jiménez
Maracaibo, Noviembre de 1998.
Homenaje a Graciela Anzola

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